A semejanza del Covid19, el suicidio también es contagioso. Lo sabe muy bien la escritora que narra en primera persona el padecimiento de un duelo que no solo se niega a abandonarla, sino que amenaza con llevársela puesta. Su admirado colega, por demás amigo y confidente, se pegó el viaje al más allá sin previo aviso y ella destaca entre sus contactos más estrechos. El trío de viudas que el vate ha desamparado con tan definitiva decisión, reniega del saldo que ha dejado su sorpresiva partida: un enorme vacío perro de nombre mitológico del que se hace cargo nuestra solitaria protagonista, alojándolo en su pequeño departamento donde expresamente se prohíbe la tenencia de mascotas, aunque no de penas. Antropomorfización mediante, el viejo gran danés se transforma en el eje sobre el cual comienza a girar su vida social y afectiva, ocupando cada vez más espacio, no solo físico. Alimentar, acicalar, curar y sacar a pasear esa inmensa tristeza artrítica de cuatro patas a la que se ha aferrado con tanta ternura, amaga con arrastrarla por la misma senda que a su antiguo dueño: un camino empedrado con la constatación de que ese recorrido vital que fue una manera de sentir y vivir la literatura, y en cuya enseñanza puso quizá su mayor esfuerzo, ya no existe. Dos cadáveres y un perro son demasiado para una sala velatoria que apenas supera los 45 m2.
“Que ni los estudiantes de las mejores universidades distinguen una frase buena de una mala, que a nadie en el sector editorial parecía ya importarle cómo había que escribir, que los libros estaban muriendo, que la literatura estaba muriendo y que el prestigio del escritor había caído tan bajo que el mayor misterio era cómo el mundo entero y su abuela buscaban la autoría como pasaporte a la fama”
PD: Con El amigo, la autora neoyorquina Sigrid Nunez (nacida en el 51, de padre chino-panameño y madre alemana) ganó el premio nacional del libro 2019 en su país, empujoncito que le permitió con esta, su sexta novela, ser traducida también al castellano. Colaboró en una banda de medios escritos e impartió cursos en otras tantas universidades. Fue una estrecha colaboradora de Susan Sontag (y más estrecha aún de su hijo, David Rieff) de quién escribió el memorial “Sempre Susan”.