Después de varios días de frío intenso, la agradable temperatura del fin de semana asignaba a mi persona la imposibilidad de seguir dilatando algunas tareas hogareñas que se me reclamaban. No obstante, después de almorzar y en excusa digestiva, encaré Snuff, cuya lectura demoraba influenciado por la crítica negativa de varios medios que la rotulaban como repetitiva, efectista, prescindible y varios sinónimos del estilo.
No te lo creas.
¿Qué hace uno cuando toda su identidad queda destruida en un solo instante? ¿Cómo reacciona uno cuando toda la historia de su vida resulta estar equivocada?
Es lo que se pregunta Sheila, la joven productora de la película porno, en la cual 600 tipos serrucharán consecutivamente el ya desvencijado cuerpo de la legendaria estrella Cassie Wright, quien intentará de esta manera, culminar su carrera batiendo el record mundial de gang-bang.
Localizada en el set de filmación, más precisamente en el subsuelo en donde los inscriptos esperan su turno para actuar, la novela alterna la narración en las voces de la productora y tres interesados:
El joven nº 72, cuya madre adoptiva, al descubrirlo masturbándose con una muñeca inflable viendo un video de Cassie, lo echa de casa espetándole que esa guarra es su madre biológica.
El nº 137, actor fracasado, intentará redimirse ante su padre de su homosexualidad, apelando a una actuación convincente gracias a una sobredosis de viagra.
El nº 600 es un decadente pornostar que en su juventud, mediante el uso de barbitúricos, inicio a su bella e inteligente noviecita en la carrera del cine porno…y en la maternidad.
Cada uno guarda interiormente disímiles expectativas respecto del breve momento que compartirán con la reina del porno, pero todos sostienen en común el deseo de que cambie para siempre sus vidas. Y lo hará. Pero no como tú lo imaginas.
Ignoro por que la crítica reclama en esta novela, actitudes y posturas que el autor nunca tuvo en las anteriores. Palahniuk escribe de este modo desde siempre, es su estilo y lo mantiene, como tantos otros. O lo tomas o lo dejas.
Pero no te lo creas.
Recién cuando llegué al final, me percate que los rayos del sol ya asumían la horizontalidad del ocaso, cuyo manto de sombras no tardarían en eludirme de las reparaciones prometidas y el malhumor de mi mujer.
Créetelo.
1 comentario:
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