La efeméride imponía mi presencia en el tradicional acto escolar del Día del Maestro, al estímulo de la participación de uno de mis niños. Las palabras de bienvenida, lejos de toda originalidad, transitaron las hondas huellas de la función docente tras la “formación de personas de bien”, anhelada tierra prometida al que deben ser guiados prioritariamente los párvulos inocentes. No estamos aquí para juzgar resultados, sino para formular la pregunta de examen: ¿Cómo es una persona de bien? ¿Qué es ser bueno?
Una de las posibles respuestas, quizás la haya ensayado el inglés Nick Hornby en precisamente: Como ser buenos.
La novela es narrada en primera persona por la medica Katie Carr, madre de dos hijos en edad escolar, casada con David, un cínico y malhumorado columnista de un diario Londinense, lugar donde residen, en uno de sus tranquilos y acomodados barrios. Su infeliz vida matrimonial la lleva a adornar la frente del esposo con un desconocido y aprovechar el público desliz para separarse. Lejos de lo esperado, tras una terapia con el gurú DJ Goodnews (un ex toxicómano transformado en manosanta) el marido no solo la perdona, sino que se transforma en lo que ella siempre soñó: un ser cariñoso, comprensivo y preocupado por el prójimo.
"Soy la peor pesadilla de un progresista –dice David al final de su letanía, con una sonrisa que podría describirse perfectamente como maliciosa.-Que quiere decir eso?-Creo en todo lo que tú crees. Pero yo voy a ponerlo en práctica."
El “nuevo” David es un desenfreno de solidaridad y buenas intenciones; dona los juguetes y computadoras de sus hijos, conmina a sus vecinos a seguir su ejemplo y alojar a jóvenes sin techo en sus dormitorios, invita a Goodnews a vivir a su casa y se empeña junto a este a solucionar la miseria del mundo. Tanta bondad transforma en un mar de dudas el mundo de certezas de Katie, obligada por imperio de las circunstancias, desde su concepción liberal, a aceptar las contradicciones del liberalismo y a redefinir los límites dentro de los cuales sentirse razonablemente satisfecha con el nivel material de su vida.
"Sabemos lo que está bien, pero no lo hacemos porque es demasiado arduo, exige demasiado; y ni siquiera el tratar de curar a la señora Cortenza es garantía de nada, así que de una forma u otra acabo siempre el día con cosas en el debe en lugar de en el haber… David, entre tanto, se ha estado confabulando para salvar a los sin techo. Y, sin embargo, sigo aferrada a la creencia de que soy mejor que él."
Contada en un tono accesible y ameno, plagada de referencias de actualidad y fundamentalmente con una gran dosis de humor, característica singular y atractiva del autor, a lo que equivocadamente algunos consideran –al hacer reír me refiero- como algo de menor valía en la producción literaria. Seguramente ese tipo de lector discrepará conmigo cuando afirme que Nick Hornby es un maestro. Y esa actitud lo apartará del camino del bien. Sí.
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