14 nov 2009

Trento - Leónidas Lamborghini


La infausta noticia me empujo la reseña de una de las últimas y pocas novelas que escribió el inclasificable poeta, la que leí hace poco tiempo, gracias a una intimación judicial con amenaza de embargo incluida, que un considerado estudio de abogados remitió a mi domicilio y cuyo titular (quien escribe en este caso) debía hacer efectiva en la Dirección de Rentas local. Anoticiado del gran número de personas en idéntica situación, fui acompañado de Trento, ya que era dable esperar una forzosa estadía de varias horas en aquel lugar, circunstancia confirmada al sacar número: me precedían dos series de 100 números cada una. Me senté en el último tramo de la escalera que va al 1º piso y retome la lectura que había comenzado unos días atrás.
Ambientada en el último año del Concilio de Trento (1545-1563) hecho que estableció el Dogma de la Iglesia y confirmó el poder de la Inquisición, tiene como personajes a Procopius, uno de sus más encumbrados obispos conciliares, quien avanzado el relato va intercalando ideas teológicas y testimonios de herejes condenados a la hoguera, con la pasión enfermiza y desenfrenada que siente por las precoces habilidades sexuales de su joven discípula, Gitona, a quien mantiene clandestinamente en su sótano.
La novela, a veces se hace poesía, otras ensayo, otras una obra de teatro, y hasta toma la forma de diario intimo; permanentemente se quiebra y se reconstruye, es antidogmática, no solo en su contenido, sino también en su forma. El gran tema del libro es ese: la inutilidad del dogma, sea este religioso, literario o de cualquier índole, tratado y desactivado de manera admirable, incluso a veces apelando al humor:

"Hace ya muchos años, una fría noche de invierno, seminaristas del último curso,
condiscípulos míos, me preguntaron si quería conocer la cara de dios: no sin
sorprenderme, respondí que sí….llegamos, tratábase de un miserable bohío en las
afueras….la mujer apareció en el centro del escenario: una anciana pintarrajeada
que meneaba un mustio clavel en sus dedos…apoyando su tremendo culo en un cajón,
totalmente desnuda, tetas caídas hasta la barriga… abre al máximo sus piernas,
me muestra su rapado sexo y señalando el tajo, me espeta: ¡Esta es la cara de
dios, acá está toda la teología y lo demás es puro cuento, mentira, mierda!"

A estas horas, Lamborghini seguramente ya habrá tenido alguna confirmación de la existencia de Dios, y de su cara.
Por mi parte, tuve que volver a Rentas. Pero esta vez, para matizar la espera lleve caramelos; no quería que se me volviese a pasar el número.

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