12 feb 2011

La pieza del fondo - Eugenia Almeida





La pieza del fondo, es la segunda novela que publica esta escritora y docente cordobesa, nacida a principios de la década del 70, que sorprendió a propios y extraños con el primero de sus trabajos, la premiada El colectivo, una de mis preferidas a la hora de atender el pedido de “alguna novela sobre la dictadura” que anualmente renuevan las docentes de literatura. En esta oportunidad, la autora redobla la apuesta bajo el mismo recurso de interrumpir, sorpresiva y enigmáticamente una rutina, detonando de esta manera sencilla y efectiva, la trama de una novela distinguida.
Un hombre mayor que no puede valerse totalmente por sus propios medios, se halla “abandonado” en el banco de una plaza, en el que pasa abstraído, la mayor parte del día. Solo ha reparado en él, Sofía, la joven y explotada moza de un bar aledaño, que suele llevarle comida a escondidas y sentarse a su lado a charlar después del trabajo, aunque solo sea ella la que hable. El rito se perturba cuando el viejito desaparece, dando lugar a la presentación de una galería de disimiles personajes, quienes a su turno se van pasando el protagonismo unos a otros, como en una carrera de postas; Frías, un isleño viudo devenido en policía; el Director de una colonia Psiquiátrica; la Dra. recién llegada a la colonia, dueña a su pesar de una infancia convertida en triste leyenda; la hermana amputada de Sofía y algún empleado de sanidad con futuro de tragedia filiar. Todos ellos van urdiendo a partir de sus diálogos una historia única y radial, nacida a partir de aquella ausencia, como si después de haber trazado el círculo retiramos el compás, y solo queda la marca en el centro como evocación de una presencia que resultó determinante y sobre la que pivotean los personajes del libro, girando siempre alrededor de ese viejo ausente y anónimo, que también es el prójimo, el otro. Y es esta la temática que atraviesa todo el libro: de que manera nos relacionamos y que somos capaces de hacer por el otro, el desconocido, ese que espera al lado nuestro en una cola, el empleado que nos atiende en un organismo público o el que esta en la calle estirando la mano.
“Los otros, los que están siempre, ésos presentan batallas feroces. Después están las otras, las invisibles. Si ese hombre que pasa por la calle podría quererte. Si esa vieja que cruza la esquina podría arroparte como a una hija…En esas batallas viene todo el agobio de lo vivido, de lo tragado, las piedras que uno debió cargar. Batallas nuevas que no toleran estar ya definidas. Esas son las que valen. Las que permiten saber si alguien puede ser capaz de amarte. Los padres, los hijos, los hermanos, ésos ya aman u odian desde siempre. La verdad está en los otros.”
Respaldada en largos diálogos, estos parecen ser quienes soporten el peso de la novela, a partir del uso que cada personaje hace del lenguaje, dejando al narrador la palabra exacta y pulida, que se desgrana en frases cortas y despojadas, difuminando a veces los bordes entre prosa y poesía.
Un libro exquisito, de esos que empiezan, cuando uno los termina.



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