En la pasada feria del libro de Frankfurt tres reconocidísimas editoriales se disputaron, como pollos un pedazo de tripa, los derechos para publicar en el mundo hispanohablante esta novela de la joven finlandesa de madre estonia, Sofi Oksanen. Tanta riña venía justificada por merito propio de la obra, que ganó los dos premios literarios más importantes de su país y también el de mejor novela europea del año, amén de un apoyo casi masivo del público y la crítica del viejo mundo. Ignoraba yo todos estos datos cuando le entré, sin demasiadas expectativas, el helado domingo inicial de mayo después de apertrechar mi espíritu con un flamígero locro escolar.
El centro físico de la novela se sitúa en un pueblito rural de Estonia, en el principio de los noventa cuando el país se independizaba de la Unión Soviética. Para quienes guarden alguna duda geográfica, diremos que Estonia esta debajo de Finlandia, con el Báltico de por medio y su población, por historia y origen, mantiene profundos lazos con los países nórdicos y Alemania; de echo, gran parte de sus ciudadanos durante la II guerra lucharon en las fuerzas del eje. Terminada la contienda, y ya formando parte de la URSS, Stalin deportó a Siberia al 30 % de su población, sustituyéndola por un número similar de rusos.
Allide, una viejita que vive sola en las afueras, ha pasado por toda esa experiencia que le ha dejado profundas heridas. Su difunto marido era ruso y otrora fue un poderoso miembro del partido; ahora que los vientos han cambiado, ella sufre el escarnio de sus vecinos y teme una trampa cuando aparece en su patio una joven terriblemente golpeada solicitándole ayuda. Zara, aunque nacida en la lejana Vladivostok, es hija y nieta de estonianos, y llega hasta allí huyendo de una red de tratantes que la ha obligado a prostituirse en la soñada y capitalista Berlín, a la que emigró asqueada de la opresión política y económica de la Rusia siberiana. No por casualidad la joven Zara eligió la casa de Allide para pedir ayuda, hay una historia que las une y a su vez las separa. Una historia de traiciones, de abusos sexuales, de miedo y de lazos familiares que se irán dilucidando capítulo a capítulo, yendo y viniendo a través de los 60 años de la historia de un país, marcada a fuego en la psiquis y el cuerpo de sus protagonistas.
Desde las primeras páginas la autora nos clava una duda que nos hará continuar sin pausa hasta el final en busca de develarla, llegado a este punto, comprenderemos que lo substancial estaba en el trayecto, atravesado por el lacerante hilo de la violencia de género, del que tiran tanto el colectivismo estatal como el individualismo del mercado, marcando claramente que la misma no es privativa de algún modelo político-social, sino que por el contrario, es el denominador común en ambos. El título tambien hace referencia a esta dicotomía en donde lo colectivo y lo individual se entrelazan: la "limpieza" etnica encarada por el stalinismo tiene su contracara en aquella, individual y privada, a la que aspira toda mujer que ha sido abusada.
Desde las primeras páginas la autora nos clava una duda que nos hará continuar sin pausa hasta el final en busca de develarla, llegado a este punto, comprenderemos que lo substancial estaba en el trayecto, atravesado por el lacerante hilo de la violencia de género, del que tiran tanto el colectivismo estatal como el individualismo del mercado, marcando claramente que la misma no es privativa de algún modelo político-social, sino que por el contrario, es el denominador común en ambos. El título tambien hace referencia a esta dicotomía en donde lo colectivo y lo individual se entrelazan: la "limpieza" etnica encarada por el stalinismo tiene su contracara en aquella, individual y privada, a la que aspira toda mujer que ha sido abusada.
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